Caminar o nadar. Repetir lo que aprendemos, los gestos de una vida. Encontrar una genealogía posible para el surco que el agua borra. Pero eso no es cierto. La memoria es un fondo de mar que sigue lleno de tesoros.
¿No sería más justo decirle campo a las flores y flores a nuestras piernas avanzando por el mundo?, escribe Pilar en Lenguaje marino y así abre las aguas para ver.
Brillan los flamencos en medio del río, pasa una abeja, se abren las flores del neneo, surca la aleta de un delfín. La vista es una fe. El territorio, su altar.
Y la familia, una geografía que construye un paisaje siempre desconocido, que aún así, caminamos con ojos cerrados. Hay que ir al origen del origen. Cavar el pozo más profundo del planeta, ya no solo para llegar al mar, ahora para encontrar la nueva guía del camino.
El lenguaje marino que revela su secreto: Mar se dice mar.
Y así, nadie más que vos, recuerda tu infancia. Hay que saber preguntarse por un dios.
El paisaje canta, gorjea, sopla, salta, baila, se hunde y vuelve a la superficie con un regalo, como una caña que espera el pez dorado.
Al mar hay que atreverse. Y Pilar se atreve, caminando por la meseta y sumergida en ese azul.
Natalia Romero
Lenguaje marino
Pilar Cimadevilla nació en Trelew , Argentina. Publicó Ofrenda (2021, Indigo Editoras), Lenguaje marino (2023, Pánico el pánico), El mar avanza hacia sí mismo (2023, EME). Es docente universitaria, investiga para CONICET y coordina talleres de escritura.
- Diseño y arte de tapa: Francis Ann Halliday
- Fotografias de interior: Pilar Cimadevilla
- Texto contratapa: Natalia Romero